La voz que habla en la poesía de Morábito, ni aguda ni esdrújula, es la de un tertuliano que conversa y seduce, que no dispara ni cierra un argumento, sino que lo mantiene vivo, en el nivel justo de su mejor expresión. Desde ese punto medio (escribe un padre que es también un hijo) el poeta se sorprende en el prado del lenguaje y, a su manera, rumia, asimila, recobra lo adherido. Y sucede el milagro: un poema se incrusta y brilla en el tedio horizontal de nuestros días.
El hombre busca reconocerse en sus semejantes, medirse, acaso constatar la propia existencia. Este libro de Fabio Morábito parece un arte de prestidigitación de los pronombres: erige un yo al pronunciar un ellos, los de las ventanas encendidas, los insomnes, los no nacidos. Y el personaje que aparece habla a media voz, pausadamente, sin redobles de tambor.
Delante de un prado una vaca es una red tendida en busca de complicidades. Los poetas suelen buscar el rasgo único, excepcional, que sostenga su discurso. Fabio Morábito viene demostrando lo contrario en cada uno de sus títulos: la naturalidad es lo que irradia, y la escritura es la constatación de esa luz cálida.

La voz que habla en la poesía de Morábito, ni aguda ni esdrújula, es la de un tertuliano que conversa y seduce, que no dispara ni cierra un argumento, sino que lo mantiene vivo, en el nivel justo de su mejor expresión. Desde ese punto medio (escribe un padre que es también un hijo) el poeta se sorprende en el prado del lenguaje y, a su manera, rumia, asimila, recobra lo adherido. Y sucede el milagro: un poema se incrusta y brilla en el tedio horizontal de nuestros días.

El hombre busca reconocerse en sus semejantes, medirse, acaso constatar la propia existencia. Este libro de Fabio Morábito parece un arte de prestidigitación de los pronombres: erige un yo al pronunciar un ellos, los de las ventanas encendidas, los insomnes, los no nacidos. Y el personaje que aparece habla a media voz, pausadamente, sin redobles de tambor.

Delante de un prado una vaca es una red tendida en busca de complicidades. Los poetas suelen buscar el rasgo único, excepcional, que sostenga su discurso. Fabio Morábito viene demostrando lo contrario en cada uno de sus títulos: la naturalidad es lo que irradia, y la escritura es la constatación de esa luz cálida.


Fabio Morábito habla de su libro "Delante de un prado una vaca"

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